20 de agosto de 2012

POEMA V





La vida se desvanece entre sueños
niños y sublimes hasta que bebemos
en las aguas del olvido, perdidos.
Vagas sombras en la noche sagrada 
tapizada de estrellas.

Oh, la belleza de tus atardeceres carmesíes, 
las palabras con su música secreta y
tu sonrisa perdida para siempre,
en los bordes del tiempo, alimentan
mi andar cansado de ser sueño 
y olvido.

Oh vida he procurado desentrañarte

pero siempre tu rostro aparece velado
ante mis sentidos. 

Solo veo ensordecedor ruido, 
cotidianeidad alienada y repetida,
manecillas de reloj mecanizado, 
perpetuo vació de amor y silencio Vida, 
a mis preguntas antiguas, siempre renovadas.

20 de junio de 2012

LAS CONTINGENCIAS DEL SER



En el mito orfico Dionisios, hijo favorito de Zeus, fue asesinado por los titanes. El rayo del rey de los dioses, enfurecido, redujo por el fuego a la victima muerta y a sus asesinos. De las cenizas surgió el hombre: cuerpo bestial, legado de los titanes y alma inmortal, herencia del bello dios asesinado.

Este poderoso mito de la génesis humana se introdujo a través del platonismo en la cultura occidental y construyó la mirada, a través de la cual, se comprendió al hombre por milenios como ser escindido en dos partes, bestial y divino al mismo tiempo. 
 

En la modernidad tardía y con la muerte de los grandes relatos, el psicoanálisis interpreta al ser humano de un modo sintético en apariencia, aunque manteniendo en lo profundo de su discurso un curioso juego dialéctico, esta vez entre lenguaje y cuerpo. 


Como sujeto reflexivo, el hombre se devela a si mismo como nudo de pulsiones, deseos interdictos y mandatos sociales  (de clase y familiares) que determinan su acción en el mundo.

Esa carne que el cristianismo demoniza y mortifica en sus santos, es objeto de una mirada consciente, que alienada en una lejanía abismada, se reconoce y desconoce al mismo tiempo a sí misma en un infinito juego de espejos que hacen del cuerpo una “Cosa” a poseer.

Esta alienación opera como pérdida y se liga al fenómeno fundamental del existir: la incompletud de nosotros mismos a partir de la constitución de la conciencia con el nacimiento al mundo.

Contrario al devenir humano es como Platón nos describe a lo divino: pensado como ser circular. Figura geométrica que refiere a un ente existente por sí mismo, sin necesidad de otros seres ni otras cosas para subsistir.

Esta divinidad platónica persiste en nuestra cultura en lo que Sartre denomina “ser en sí” (en su obra maestra El ser y la nada). Seres sin tiempo envueltos en el silencio realizado de su propio cierre. Ser opuesto diametralmente a la mortalidad, porque, como bien sabemos los hombres, habitar el tiempo requiere perderse a si mismo, gradualmente, hasta dejar de existir completamente, o solo persistir en la memoria de los otros hasta el postrer olvido.  

Jacques Lacan en su segundo seminario describe un grupo de mujeres psicóticas, aquejadas del llamado “mal de Cottard”, que  las lleva a pensarse a sí mismas como carentes de boca, de aparato digestivo, de entrada o de salida. Esto es: seres circulares.

Herederas del Dios platónico las damas alucinan una carencia de boca para conjurar así las terribles inclemencias del tiempo, representadas en la destrucción y perdida propios del acto alimenticio. En el hombre devorar implica al mismo tiempo destruir el objeto nutricio para integrarlo a si mismo, identificarse con el pecho materno para devorarlo con fruición después.

Pero esta psicosis está lejos de ser casual. El ser humano al nacer se encuentra inerme y dependiente de sus padres que lo alimentan y proveen. Lejos de ser un mero circulo, el hombre nace como “ser en el mundo”, habitado por una carencia estructural que jamás lo abandonara.

La boca, como esfinge de la abertura del vacío y de la nada que envuelven al ser, se desata. El niño asimila los objetos deseados y aun más los seres queridos. Aparece el afán de posesión de lo amado y tras él un deseo de diluirse en ese objeto, de finalmente ser ese objeto anhelado y querido.

Los elementos devorados y destruidos a partir del amamantamiento, al ser integrados al cuerpo humano satisfacen la pulsión del hambre, vago resabio de los deseos caníbales interdictos. La agresividad, que se devela así, recibe su castigo a través de las heces, símbolo de la perdida de sí. Agresivo deseo de posesión y dominio convertido en precioso regalo. De la perdida periódica de partes de su cuerpo surge en el pequeño la noción vivencial de la ausencia.

Aparece a través de dos conceptos caros a nuestra epistemología occidental y que Immanuel Kant entendía como las formas de la intuición sensible a priori: el espacio, vasta distinción de lugar y el tiempo como orden del movimiento.

Entonces podemos entender, por la reflexión sucesiva de Freud y Lacan, que nacemos incompletos e inermes. Que devoramos diariamente a nuestra madre para satisfacer el hambre y reconstruir el círculo roto por el nacimiento. Que las heces operan en la psiquis profunda como metáfora de nuestro fracaso y castigo por los impulsos agresivos y esencialmente caníbales que guían la acción del pequeño ser humano.

La perdida de si se devela también en el “estadio del espejo”, encuentro del niño pequeño con su propia imagen que opera ante sí como un otro especular, completo y plano. La imagen carece de rugosidades y abismos a diferencia del sujeto real. 




En tanto une en un todo lo que para el niño no es más que un conjunto de partes, ese otro especular se convierte en el objeto de deseo narcicistico por antonomasia. El niño desea una imagen, esa imago se convierte en un "ideal de si mismo", una especie de ser perfecto e inalcanzable, que opera como meta y objetivo de toda vida humana. 

Ligado al surgimiento de este "yo ideal" esta un descubrimiento de Freud realizado al observar atentamente a un niño en un extraño juego. “Fort, Da” grita el pequeño al arrojar y recuperar un objeto preciado desde su cuna.

El niño conjura de esta manera la temida ausencia de sus seres queridos a partir de esa minúscula representación teatral. El miedo es domesticado a partir de la repetición por la cual el objeto retorna una y otra vez al sujeto. Así, el tiempo, además de ser el ámbito de la pérdida es el encuentro de lo añorado.

La Madre retorna y el juego familiariza al niño con la estructura del mundo, en tanto distinto de los demás seres que habitan su medio. La oposición presencia-ausencia organiza sus percepciones en el ámbito de las cosas a través del espacio y en el ámbito del movimiento a través del tiempo.

Con el mismo órgano que se alimenta emite las palabras, red significante en la que habitan las formas del cosmos humano. El lenguaje conjura el vacio y la pérdida del “ser para la muerte”, que es el hombre, constituyendo  lo que Heidegger denomina “la casa del ser”.

La posesión de las cosas a través de las palabras se revela  ilusoria, desde el momento que solo representa conceptos a través de sonidos, que familiarizan el caos original de sensaciones y percepciones en un todo cósmico y ordenado antropomórficamente.

La locución y la deglución, en tanto funciones de la boca solo conducen a la carencia y a la pérdida, a la necesidad y el deseo insatisfecho.

Aspiración de ser circulo, de poseerse a sí mismo sin intermediación de una conciencia reflexiva. De ser absolutamente, siempre. Ser uno e indiviso para así vencer el desgaste del tiempo y las limitaciones del espacio. Aparece así en toda su magnificencia imaginaria el Ser de Parmenides, ideal perseguido en la vida y alucinado en la psicosis.

El niño observado y retratado por Freud en Mas allá del principio del placer se pierde en una doble representación del objeto amado.

En tanto significado, la ausencia aparece con toda su carga de angustia, pero queda mitigada por el retorno del objeto amado, en la figura de la Madre. Retorno imaginado antes de verse realizado, a través del simple juego de arrojar un juguete para luego recuperarlo.

En tanto significante las palabras Fort-Da encadenan al pequeño en una red de la que jamás saldrá mientras viva. El lenguaje estructura su vínculo con las percepciones del medio a partir de una pre concepción ordenada del universo que lo rodea bajo parámetros puramente humanos.

En el juego aparece anulada al mismo tiempo la ausencia de la Madre y las nociones del tiempo y el espacio que castran sus deseos de omnipotencia.

Con la reaparición del “Da” el niño invierte el orden causal de la vida como perpetua perdida, constituyendo esta expresión verbal una revelación del primitivo carácter de las palabras como acto mágico de conjuro de un mal.

La vida se ocupara de invertir las palabras del juego. Lo perdido no retornara y cada objeto arrebatado significara una castración más que lo aleje de ese Yo especular que idealizaba en los espejos. Sin comprender en medio de su juego teatral, que cada día se alejara más de ese "Ideal del Yo" hasta que la muerte, como metáfora del silencio, cierre el camino de esta curiosa persecución de un paraíso perdido al nacer.

27 de mayo de 2012


SUR





En 1931 nacia en las orillas del plata la revista SUR. Soñada y financiada por la escritora Victoria Ocampo, fue bautizada por el filosofo Jose Ortega y Gasset en honor al lugar ocupado por la argentina en el atlas geografico. 

Las ideas que le dieron vida abrevaron en la tradicion liberal de los padres de la patria y de intelectuales como Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento quienes fundaron la Argentina moderna. Estas ideas convirtieron un desierto despoblado e inculto en una de las diez naciones mas ricas del orbe. Lo lograron con politicas liberales que aseguraron no solo la prosperidad economica sino una movilidad social ascendente a travez de una educacion publica, gratuita y laica.

La historia de la emblemática revista Sur esta fundamentalmente ligada a nuestro apogeo económico y cultural. Por sus paginas pasaron Cortazar y Sabato, Borges y Bioy Casares, Silvina Ocampo y Jose Bianco, Ricardo Guiraldes y Manuel Mujica Lainez, entre otras plumas de la republica. La revista concentro a lo mas granado de nuestra elite cultural y tambien a los intelectuales internacionales mas relevantes de la época. 




El ojetivo ultimo era establecer un puente entre la vieja Europa y las jovenes republicas americanas. Toda la experiencia de una civilizacion milenaria puesta en circulacion en el extremo occidente que constituia el nuevo mundo americano.


Tal vez una de las expresiones mas geniales de esa circulacion cultural entre el viejo y el nuevo mundo aparece en un cuento de Jorge Luis Borges titulado "Sur". Este maravilloso y breve relato refleja como ningun otro las contradicciones e incertidumbres de nuestra identidad nacional. 

El personaje principal es nieto de ingleses, pese a eso al comienzo mismo del cuento afirma sentirse "hondamente argentino"; a lo largo del relato voluntariamente sella esa identidad con su sangre: en un entrevero de cuchilleros encuentra no solo la muerte heroica que sin saberlo buscaba, sino que consigue, por la sangre derramada, una confirmacion ultima de su "destino sudamericano".

Porque esa identidad paradojica e incierta que implica ser argentino no viene dada por una etnia, una religion, un idioma o una historia milenaria compartida. 
Lo que verdaderamente nos instituye como nación es la Constitucion Nacional: aquel pacto que firmaron nuestros mayores, poniendo fin a décadas de guerras civiles, fue la base fundamental para el progreso y la prosperidad que vinieron después. 

Los millones que vinieron de todos los confines del mundo a poblar esta tierra compartian el anhelo expresado en el preámbulo de nuestra Carta Magna: "Asegurar el bienestar general" para todos aquellos que quieran habitar en territorio argentino.

Esa busqueda de bienestar general sigue vigente para todos los argentinos. 
LA MAQUINA Y EL SUJETO


Basta detenerse tan solo un momento sobre cualquier aspecto natural de la realidad cotidiana para descubrir, aun en la cosa más simple, una red compleja de contradicciones, oscuridades y misterios que nos revelan la lejanía de los objetos y las limitaciones de la comprensión humana en la aprehensión del mundo.


Cuando dejamos de deslizar una mirada irreflexiva sobre aquellos objetos que pueblan nuestra vida diaria para observarlos atentamente y acceder a su sentido último nos encontramos con que estas cosas se alejan de nosotros y se vuelven impenetrables a nuestra curiosidad. Entonces todo aquello que forma nuestro marco rutinario aparece como opaco a nuestra conciencia.


Silenciosas y frías, las cosas aparentan servirnos cuando en verdad nos dominan y muchas veces terminan esclavizándonos. Su carácter inhumano aparece así revelado por la mirada atenta de la conciencia. Su funcionalidad, en tanto objeto útil, oculta una esencia inaprensible para la mente humana.






Cuando Marx afirma que la maquina aliena al obrero, marca esa distancia abismal entre el hombre y la cosa; y al mismo tiempo asigna a ese objeto creado por manos humanas el rol de alejar a los hombres de su propio espíritu.De creador, el hombre moderno se convierte a su pesar en esclavo de su propia obra, obligado a dejar su Ser en la maquina, quedándose tan solo con los reflejos repetitivos de la cosa creada.


Por obra de un pase alquímico propio de la Modernidad el capitalista convierte el contenido del alma humana en dinero y le devuelve en cambio al obrero su alma trasmutada en maquina capaz de ser controlada y explotada sin descanso.


Entre los objetos que habitan la vida cotidiana uno hay que esconde en su silencio una perpetua carcajada de sarcasmo con la que las maquinas se ríen de nuestro curioso destino: esta es la fotografía. Porción de papel rectangular que registra de manera mecánica una fracción minúscula de tiempo a través de una serie de mecanismos que desconocemos, pero que pese a nuestra ignorancia funciona siempre con aparente simplicidad (Perdido el carácter mágico de los objetos con el arribo de la Modernidad no dejan de ser sus usos y mecanismos tan inexplicables como los fenómenos metereologicos en la antigua Roma).


Si dejamos a un lado los aspectos técnicos que hacen a la reproducción mecánica de un momento en el tiempo y el espacio, podemos observar la curiosa y paradójica función de la fotografía que congela la mirada humana sobre una sección de la realidad elegida por el fotógrafo a tal fin. Esa imagen registrada nos ilusiona con la posibilidad de superar la corriente incesante del tiempo: atrapando un instante de ese continuo devenir y estampando en el papel su representación visual: para la posteridad.


Pero a la ilusión primera que sentimos sigue una indefinida melancolía que no sabemos explicar y que no es más que la victoria del flujo del tiempo sobre la brevedad de nuestra vida. Por el hecho de que la fotografía nos devuelve la cara de los seres queridos que nos miran desde el otro lado del papel, atrapados y enmudecidos en sus dos dimensiones, es por lo que sentimos la presencia de un abismo que nos distancia de ese instante representado mecánicamente. Ese abismo es el no-ser de la cosa que nos aleja de nosotros mismos.


La ilusión de la fotografía radica en creer que lo que reproduce mecánicamente es real.Para comprender este abismo podemos recordar lo que Soren Kierkegaard dice sobre el instante. En “El Concepto de la Angustia” lo define como el contacto ambiguo entre el tiempo y la eternidad. Siendo el tiempo una sucesión infinita de instantes, aislado, el instante estaría fuera del tiempo y por ende seria un atisbo de esa eternidad que nos espera a los hombres allende la vida. Esa eternidad que Platón veía reflejada como imagen en el flujo del tiempo, kierkegaard la descubre juguetona en medio del devenir, apareciendo y desapareciendo en el instante.


Fugaz ilusión, la fotografía reproduce los caracteres visuales de los instantes y los representa por siempre del mismo modo. Pero los hombres, habitantes del tiempo, encontramos en la revelación de la eternidad del instante tan solo un motivo de frustración mas. Las caras que nos miran desde la fotografía no nos contestan; y las imágenes de nosotros mismos nos parecen tan lejanas a lo que hoy somos que no nos reconocemos en ellas.


La supuesta eternidad del instante que la fotografía reproduce devela su verdadero rostro: el no-ser del instante, su carácter vanamente ilusorio y ficticio. La maquina fotográfica oculta el vació de su espíritu tras los sutiles disfraces de la eternidad y así reproduce la alienación en la que cada individuo se aleja de su Ser y de su Verdad, quedando esclavizado y embrutecido por las rutinas que mueven a la maquina y que se encarnan en el hasta hacerse espíritu y destruir el carácter humano de si.

9 de julio de 2010



CONSIDERACIONES ACERCA DEL REINO DE SODOMA

En su curso "El poder psiquiatrico" de 1973 dado en el College de France y recientemente publicado por el Fondo de Cultura Economica, Michel Foucault afirma que "el poder disciplinario tiene la doble propiedad de ser anomizante, vale decir, de poner siempre a distancia a una serie de individuos, exponer la anomia, lo irreductible, y de ser siempre normalizador, inventar siempre nuevos sistemas de recuperación  restablecer siempre la regla. Los sistemas disciplinarios se caracterizan por un trabajo constante de la norma en la anomia."

Podemos inferir, a partir de lo afirmado anteriormente por Foucault, como el homosexual postmoderno, constituido en sujeto de interdicción desde la fundación de la palabra que lo nombra a mediados del siglo XIX, se encuentra hoy encapsulado en un sistema de registro y poder, que lo conmina en silencio a deshacer su plenitud de deseo, a fin de volverse objeto útil en la reproducción del capital y en la perpetuación de una hegemonía fundada en el control médico sobre los cuerpos.

Su deseo que emerge como ímpetu sin rostro lo constituye en su ser. Su pulsión lo nombra y condena al mismo tiempo en un espacio marginal y locuaz de perdición y sentido.

El poder en el mundo moderno se estructura a partir del dominio de una mirada racional y aséptica en la superficie e ideológica y reificadora en lo profundo que, fundada en la exclusión de las pasiones y lo irracional de la conciencia humana, se articula a través del registro estadistico en una disciplina de los cuerpos y un control de las poblaciones.






Los intentos del romanticismo alemán por hacer visible el núcleo psicótico de las acciones humanas en su carácter inconsciente e imprevisible se desvanecen en una postmodernidad neoclásica donde la autoridad medica se vuelve monopólica y las contradicciones del espíritu se reducen a trastornos físico químicos pasibles de domesticación.

Ese poder que vela su carácter moral y subjetivo a través de la mistificacion de la razón objetiva encuentra en la sexualidad alterna un problema en tanto afecta la reproducción de la sociedad y pretende escapar en lo inasible de su goce al afán de registro y disciplina corporal.

La ciencia entonces vuelve al homosexual un ser locuaz y atrapa esa vivencialidad del deseo para convertirlo en un objeto de medicalización, a partir del contingente de una enfermedad corporal, que devenida en virus y atravesada por un discurso moral, circula en el torrente sanguíneo destruyendo el sistema inmunológico y estigmatizando toda práctica sexual heterodoxa. 

Tras la cosificación sobreviene la reificación del código de registro. El deseante idolatra la tabulación burocrática que lo encasilla y se confiesa al mundo en su ser en tanto homosexual.

El carácter dúctil y contingente de la pulsión sexual es constreñido por la cristalización de una de sus formas hasta convertir el deseo en una fuente de obediencia y consumo.

El homosexual, como el fetichista, encuentran su lugar en el mercado, solo a partir de la oclusión y enclaustramiento de su pulsión en una forma concreta y útil para una propaganda comercial que se dedica exclusivamente a satisfacer con mercancías lo que solo el amor puede realizar plenamente en el sujeto. 


Convertido en maquina consumidora y productora de bienes de intercambio ve sus deseos trocarse en mercancía y registro burocrático mientras su cuerpo es domesticado en una virtualidad tecnológica que lo deshumaniza y aliena alejándolo de sus sueños sublimes para ser engranaje ciego de un sistema de reproducción social y económica. 



3 de julio de 2010

OTOÑO


Desde el sol poniente en agónico violeta
la hojarasca se desmenuza en oro pálido,
raquíticas formas arbóreas como vagos esqueletos
endurecidos se adormecen
en la tarde diáfana y crepuscular de Mayo


Bajo la tierra los que fueron sueñan en la oscuridad 
pesadillas de sangre y muerte ;
sus lamentos trasmutados en brisa
sacuden los troncos deshojados de otoño
y límpido cielo en éxtasis alumbra el crepúsculo.


Apenas despuntar de estrellas en lo nocturno,
una luna despedazada en tímido fulgor
aparece en el silencio de las cosas,
un cementerio plateado e infinito de llanura
mar desierto y calmo de insondable misterio.

Silencio plateado y océano de estrellas abrazados
yacen en unión extática y serena;
la luna desangrada en ayeres presiente al este
su adiós matutino y recoge su luz

7 de junio de 2010

MUNDO Y SENTIDO


Las palabras suponen de quien las escribe o las dice una  aspiración, un deseo de algo nombrable directa o indirectamente. Se deslizan apenas por la boca o los dedos y lo circundan todo lentamente en su tejido de mentiras y ficciones por las cuales morimos y matamos día a día los segundos sucesivos y crueles.

El tiempo que todo lo horada y destruye nos lleva en su corriente incesante deshaciéndonos en el camino hasta que solo los huesos dormidos en la tumba atestiguan nuestra presencia sobre la tierra.

Cuando la realidad del mundo aparece con claridad a los ojos del observador, el universo de las cosas cotidianas se esfuma como una ilusión mágica quedando tan solo ante nosotros la opacidad silenciosa de los objetos y la indiferencia de la salvaje y amoral naturaleza.

La conciencia despierta se abisma entonces en el vacio, el absurdo como una nausea lo invade todo, desconectándonos de la vida animal e irracional que empuja a los seres vivos y hace girar a los astros en sus orbitas. La verdad no salva ni ilumina.

La luz de la razón nos muestra un mundo muerto en espera del sol devorador que lo fagocite, un universo de fuego y silencio sin dioses redentores ni leyes universales.

Por eso ansiamos el regazo de nuestra niñez perdida cuando las cosas tenían su lugar y destino, cuando no estábamos solos. Cuando en las noches de pesadilla nuestros padres nos podían amparar y proteger de todo el mal del mundo con su palabra.

El silencio los reemplaza hoy. Porque el silencio es el lenguaje de la muerte. Lentamente se acallan nuestros fraseos y balbuceos hasta que nuestro recuerdo se disuelve en el olvido de los años. En cierta forma ya estamos muertos. Y como fantasmas caminamos por las calles aturdiéndonos desenfrenadamente.

Ni siquiera nos vemos unos a otros, al contrario a partir del Amor nos inventamos otro a quien servir con devoción. Nos enamoramos de nuestro propio reflejo en el espejo y nos vemos marchitar sin saber por qué. 

Esperamos algo que nunca ocurre, un acontecimiento revelador que nos sacuda y nos impulse hacia un más allá de lo cotidiano, lo rutinario, lo banal.

Entonces la belleza irrumpe a nosotros, nos desconcierta, aflige, desestructura, atemoriza. El artista nos revela el goce estético en las cosas del mundo, nos vela la realidad opresiva de la materia ciega a través de la metáfora luminosa de la creación poética, nos inflige en lo hondo de nuestro “ser en el mundo” un acontecimiento de descubrimiento y  verdad.

No  verdad en el sentido de conexión lógica entre Concepto y Objeto, sino como luminosidad creadora que resignificando la vida permite existir en un “más acá” del mundo, perdurar en un goce estético de los sentidos, arte de hacer de si una obra estampando en el devenir la huella de una coherencia y la grafía de un estilo. 

17 de mayo de 2010

ES IST VOLBRACHT


Las sombras de la noche bailan danzas de muerte
La luz se extingue a lo lejos de los mundos
El sol apagándose lentamente se desvanece
Todo esta consumado y la esperanza agoniza
Ha llegado la noche de los sueños sin fin

Me recuesto sobre la tierra en silencio,
Ella apenas me envuelve con su perfume sutil,
Cierro los ojos al mundo y mi espíritu se eleva,
El pasado me abrasa en una llama voraz,
Duermo en el corazón de la tierra grave

A lo lejos un pájaro vuela sobre el cielo,
Las cosas musitan apenas un último quejido
Mientras yo me desangro en palabras inútiles

Mis huesos mineral fosfórico relumbran
Incendiando lo nocturno de fulgores,
En lo hondo del mundo el fuego reina;
Después el silencio de un cielo sin batir de alas

Tras el fin me disuelvo en la tierra perfumada
Mientras los astros ciegos en su elipsis giran
Hasta ser devorados por la boca de la noche
Y se desvanecen en la oscuridad universal







11 de febrero de 2010







En caminando por la fresca y umbría selva
me pierdo en caminos de verde y sol;
 acaso la penumbra de los días sea
 el tornasolado azul de los arboles;
 la tierra de hojarasca sueño  

de mis oídos niños perdidos en formas vagas;
 las cosas que me aprisionan en el errar
 canto gorgojeante de pájaros de luna;
 los amores que siento y fueron, 

viento
que sacude las ramas en juegos de luz;
 el tiempo que corroe mis lazos con el mundo
  agua sobre flora perfumada;
y la vida, misterio que no entiendo,
 sueño de un viejo sauce reclinado
 que durmiente sobre aguas quietas 

dios me sea.

6 de diciembre de 2009

                                                        
                                 ACERCA DE LA BUSCA


En la galería de los autores modernos uno hay que retrata en la ociosidad de sus personajes el mero transcurrir de las horas en la carne atravesada por su peso. Es Marcel Proust con la "Búsqueda del tiempo perdido".

Un universo poblado de dilettantes y aristócratas en decadencia sirve de marco para la aparición del gran personaje mudo cuyas palabras son la muerte y el olvido y que es el tiempo. Nadie se salva de sus garras, hombres, imperios, ciudades y la más vieja de las aristocracias europeas se ven arrastradas por la fuerza inexorable de su corriente que desata los nudos que las jerarquías y el orden medieval construyeran por siglos, destruyendo todo a su paso.

Los años pasan para el narrador y es testigo del derrumbe de lo que admiro y creyó eterno. Sus amores y el orden social decadente aparecen prisioneros de su época, condenados a la destrucción pero aun así movidos por la fuerza del hábito que los empuja a repetir sus actos absurdos y reproducir las formas de  vida existentes.

En el arte aparece la única salvación posible a la muerte: a través de la creación poética el autor puede aspirar a una forma de eternidad en la memoria de los hombres. Para Proust este perdurar estético solo puede venir de la intuición sensible. Una epifanía: aparición de la divinidad en la semiótica medieval, es para el artista moderno un momentáneo desocultamiento de la verdad que se revela al mismo tiempo que se escapa.

En Proust esa epifanía procede por analogía entre un suceso presente y una vivencia guardada en la memoria y olvidada que renace a la conciencia con irresistible fuerza y arremete al sujeto permitiéndole recuperar así una porción de su pasado perdido.

El tiempo que es olvido y sucesión y muerte se convierte en creación poética por este proceso de recuperación del pasado y en virtud de estos recuerdos se liberan una serie de epifanías que atraviesan "La Busca" y le dan una conexión íntima y verdadera como Leit motivs de una vasta sinfonía poética.

Arte etimológicamente deviene de la palabra tejne y refiere a desocultar la verdad y presentificarla en un producto acabado. Para Proust este propósito solo puede ser alcanzado con el trabajo arduo sobre estas sensaciones y recuerdos a fin de ir tejiendo con ellas la obra que la sensibilidad le proponga al artista. Es el gran paso que da el narrador al final de la busca: el pasar de ser un diletante que disfruta de la producción de los otros a ser un escritor cuyo objeto pasa a ser la obra en sí por sobre la vida social y amorosa.


Esta especie de ascesis creativa se ve enriquecida paradójicamente con las vivencias del previo Yo del autor y así nos presenta a la lectura un tapiz en el que se encuentra contenida toda la sociedad de su tiempo.

La muerte que para Hamlet es silencio desata en Marcel Proust a raíz del fallecimiento de la Madre un desaforado monologo de 3500 páginas en el que la novela rompe todos los moldes previos: una Summa en la que toda la cultura aparece comprimida y atravesada por epifanías y meditaciones psicológicas en las que el Narrador se pierde para reencontrarse en ese pasado que él fue y ya no es. 

En el Reloj de Arena Borges dice: “yo me desangro/ no el cristal/ el acto de decantar la arena es infinito/ y con la arena se nos va la vida.” Marcel Proust trato a través de la expansión infinita de la frase de retener en una larga metáfora un mundo que se derrumbaba: la “Belle Epoque” había llegado a su fin y Europa iba lentamente hacia su propia destrucción. 

Cada grano de arena desperdigado en el olvido puede ser infinitamente doloroso para quien es consciente del paso del tiempo. La vida se convierte en una perpetua muerte, en la que las cosas más solidas y los paisajes más sublimes son tan frágiles como aquellos seres que nos rodean, pasibles de desaparecer víctimas de la impiedad del olvido. Proust aspiro a conjurarlo a partir de la rememoración intuitiva y en su combate con el poder destructor del tiempo vemos el carácter épico de su obra.

28 de noviembre de 2009



                                                PLENITUD Y VACÍO






"Vivir es aprender a morir" afirma Leonardo da Vinci.

Nacer es para los hombres una aparición material en la carencia del ser. Porque existimos en un mundo exterior indiferente y opaco. 


La ausencia de la plenitud se devela desde el comienzo de los tiempos humanos a través del lenguaje, código de metáforas y símbolos de cosas que no poseemos y que aun así investimos de humanidad. 


Vivimos en un mundo de signos que velan la realidad de nuestra fragilidad y permanente vacio. 


Entonces de las mismas palabras nace el deseo de aquello capaz de brindarnos la plenitud añorada. Pero ese deseo nunca se realiza e incompletos atravesamos el tiempo y desaparecemos en el olvido. 


La nada como afirma Sartre no emana de las cosas del mundo sino que nosotros la creamos a partir del salto que realiza la conciencia al surgir de lo intimo del Ser para convertirse en una mirada racional de si misma.  


El lenguaje es la aparición fenoménica de la nada. 


La plenitud añorada es fundamentalmente la comunidad carnal con la madre, unión umbilical que cierra en el círculo de la maternidad toda develación de la vacuidad del mundo. 


Buscamos a lo largo de la vida esa completud perdida en los otros en los que depositamos las cargas de libido remanentes. 


Aun así nunca volvemos a hallar el paraíso perdido y nuestra vida se desenvuelve en una perpetua perdida en la que las cosas y seres que nos rodean se pierden devorados por el paso inclemente del tiempo.  

15 de marzo de 2009



 BREVES REFLEXIONES SOBRE EL ARTE


El arte convierte la realidad en mito y a partir de esto unifica las experiencias y expresiones de una cultura dada a partir de una síntesis sublime de todos los aspectos que hacen a la realidad material pero que se encuentran inconexos en la cotidianeidad.


Los hombres corrientes viven en una exterioridad perpetua, de allí el culto de la acción propio de nuestra época desespiritualizada y maquinal; el artista vive en la interioridad  y extrae de los mas profundo de si mismo las experiencias e intuiciones que constituyen su obra.


La obra adquiere para los artistas verdaderamente demiurgicos un acento de realidad superior a los hechos cotidianos hasta el punto de que estos dejan de habitar el mundo corriente y se encierran a contemplar su microcosmos hasta que mueren.





Las grandes ficciones atraviesan la historia y el espacio modificando la realidad externa merced a la potente voluntad del artista creador.


La verdadera función del arte es ser derrotado por la fuerza del tiempo que todo lo arrastra en su destrucción pura.  Es la ilusión de eternizar un fragmento de lo real lo que origina la obra de arte, el creador olvida que esa materia con la que modela su obra es también perecedera y también morirá.


El lenguaje es en verdad un sistema del cual los hombres no pueden salir jamás. Entre el mundo y la conciencia humana se abre un abismo abisal ante el cual los hombres fabrican sus grandes relatos con los que buscan dominar el mundo y controlarlo a través de las palabras. La verdad permanece inaprehensible. Los dos grandes relatos sobrevivientes en la modernidad: la ciencia y el arte.





Ser americano implica ser capaz de realizar la síntesis entre el legado del viejo mundo y la exuberancia vital de la naturaleza indómita. Lo verdaderamente inhumano es esa naturaleza no sometida por la maquina y la razón y que escapa a las cadenas de la modernidad hasta el punto de imponer su atavismo a los hombres y mujeres que la habitan. 


El artista es aquel capaz de mantener la tensión entre esas dos fuerzas antagónicas y salvajes de la civilización y la barbarie sin caer bajo el dominio de ninguna de ellas. El cuerpo de su escritura es el escenario de esa lucha ancestral entre una naturaleza indómita y una civilización envejecida y agónica.

Somos al decir de Fernando Pessoa cadáveres postergados que procrean y como tales vagamos por el mundo como vagas chispas encendidas sin motivo hasta que nos vamos apagando en el silencio del universo indiferente.  


El arte es esencialmente una conjura mágica contra la muerte que sella nuestra jornada en el silencio: porque como lo afirma Hamlet en sus últimas palabras lo demás es silencio. 



20 de noviembre de 2008

      
                             KAFKA Y LOS CATAROS


Al despertar Gregor Samsa de su sueño nocturno se descubre a si mismo convertido en un insecto. El viajante de comercio encuentra así su existencia trastocada por un evento que fractura sus vínculos con el mundo exterior. Este despertar a la pesadilla de una existencia de insecto no solo destruye la relación de Samsa con la realidad social sino que afecta de manera intensa los nudos sentimentales que atan a su familia con el.


La metamorfosis lo que señala en última instancia es el extrañamiento total y absoluto de Gregor con su cuerpo: carne y espíritu se desatan y la desconexión aparece simbolizada en la forma del insecto sucio y voraz con alma de hombre que mira las cosas que lo rodean con una doble mirada mitad humana mitad bestial. Esta separación entre cuerpo y espíritu no es accidental sino el resultado de un doble proceso de alienación que atravesando la superficie tridimensional de la carne y la densidad sutil y profunda del alma quiebra la unidad entre ellos.


La primera alienación es la del trabajo. Como único sostén real de la familia Samsa aparece en el relato atrapado en un empleo que le disgusta pero al que no puede abandonar sin causar la miseria de los suyos. Los lazos afectivos que lo atan con su familia lo obligan a una perpetua repetición de una serie de actos productivos que acarrean la pérdida gradual de su espíritu a fin de asegurar la reproducción del capital y el mantenimiento de su familia. El padre aparece en la narración como el garante de su laboriosidad y por ende es la figura paterna la que sirve de instrumento a las fuerzas del capital en la exacción del alma y las esperanzas del joven viajante.


A esta alienación que se adueña de sus energías corporales debemos sumar otra que afecta las pulsiones de Samsa y que se sustenta en los deseos incestuosos que este siente por su hermana. Aquí el padre cumple también un rol activo y castrador como representación fenoménica de la prohibición ancestral contra el incesto.


A partir del trabajo Samsa pierde sus energías corporales en una sucesión de actos repetitivos y alienantes, mientras que sus deseos sexuales aparecen interdictos por las costumbres sociales.


En uno de los evangelios Cataros se cuenta una historia heterodoxa de la creación del mundo: este habría sido creado por el mismo Satanás a espaldas de la voluntad divina. Cuando Lucifer quiso crear a los hombres obligo a los ángeles a que se untaran con barro en las superficies de sus cuerpos leves y etéreos. El horror de los ángeles al sentir el barro que se convertiría en la carne esconde una particular analogía con el horror de Gregor al despertar convertido en Escarabajo.


En ambos casos lo que sentimos en la lectura es la sorpresa de la conciencia racional cuando se encuentra con ese cumulo de carne, sangre y mineral óseo desparramado en una forma arbitraria y animal que persiste con nosotros, que aun mas, somos nosotros.


Porque esa analogía con lo animal se borra en la cotidianeidad, es por lo que cuando tomamos conciencia de nuestro cuerpo el horror nos paraliza. El espíritu tiembla ante la realidad de la carne y sucumbe a manos del capitalismo transmutada en dinero y culpa. Con ese pase mágico Gregor se convierte en horrible insecto mientras su espíritu agoniza en silencio.


La sustancial perdida de su personalidad y de su energía creativa conduce a Gregor Samsa a una insólita conversión. Las ataduras que unen el cuerpo y el espíritu se desvanecen merced a las exigencias de una sociedad sedienta de trabajo rutinario y deseos interdictos. Luego de la metamorfosis la muerte cierra el drama, provocada por la manzana de la perdición incrustada en su lomo infecto.


3 de julio de 2008



                                           EL VAGABUNDO


Un habitante de las profundidades de la tierra camina a la madrugada por senderos ocultos a la mirada de la luna, hasta encontrar las puertas del universo en la forma de una abertura cónica. 


Al salir contempla embelesado los infinitos ojos de la inmemorial bestia que observa el sueño despierto de los hombres: Can incesante que custodia las puertas del cielo con sus parpadeos azulinos hasta gastar con su mirada oblicua la superficie de las cosas. 


La maravillosa bestia amedrenta al joven recién salido de la cueva hasta el punto que apenas salido vuelve a entrar a ella y se sumerge taciturno en sus cavidades rumbo a su tierra natal. 


Pero a medida que camina por túneles cavados en el pasado inmemorial por bestias míticas y semidioses pierde los caminos del regreso y se sumerge en la noche sin pausa hasta olvidar poco a poco los recuerdos de su pasado grabados hasta hace poco en su carne. 


Cuando solo es un cuerpo sin memoria deslizándose por infinitos corredores corre desaforado y las formas bestiales emergen en el hasta devorar los últimos rasgos de su frágil espíritu humano. Sus alaridos se transforman en vagos quejidos animales de terror y dolor. 


Con el paso de los siglos su carne se deshace en polvo y el silencio reemplaza el gimoteo animal hasta que el mismo tejido óseo se desvanece en la noche eterna. Para entonces no solo ha olvidado las palabras sino que ha olvidado que existe y aun así recorre los túneles sin cesar un instante. 


Al final de los tiempos cuando el gran Can que mira la tierra desde las alturas ha devorado con su ancha boca de fuego el mundo de la superficie del eterno vagabundo solo queda un eco perdido entre grutas que no llevan a ningún lugar.

EL ABAD


A las piedras de los montes, El las formo con su mente eterna y sutil. De las rocas surgieron breves insectos reproduciéndose entre los escondrijos fríos y húmedos de las palabras del dios celestial. 


Todas esas cosas que el nombro se realizaron en movimientos atroces e indescriptibles. Lentas luces de estrellas girando en un firmamento azul pudieron ver con horror esos pequeños seres que salían de la tierra reptando y deslizándose por el espacio, mientras las hojas por primera vez verdes, a la palabra de Dios se alzaron a los aires silenciosos que entonces se llenaron de su leve vibrar.


Al instante, Dios extasiado, miro su obra: los cielos en los que navegaban las estrellas luminosas y el astro lunar colgado entre las chispas de luz. Las palabras que habían salido de sus mágicos labios se convirtieron en cosas y seres. Destinos entrelazados en un mundo repleto de vida y amor. 


Pero en el instante en que el creador del universo observo su obra, cayo sobre sus ojos un velo de éxtasis que lo alejo del mundo y de los pequeños seres que pululaban por los mares y la tierra. 


Reproducidos entre la humedad de las sierras, nadando en el caldo salino del océano vital, volando por los aires, llenando el silencio de Dios con sonidos entrecortados e ininteligibles aquellos seres se devoraron unos a otros con una furia salvaje e indómita. Regaron la tierra de hojas marchitas y sangre. Los muertos por la cacería se multiplicaron por millones. 


El mal nació de la distracción de Dios y como una peste invadió todas las regiones del orbe con su sed de sangre y dolor. Cuando el creador, al instante siguiente, observo su mundo destruido, abrió sus labios y con su ligero y celestial halito desvaneció su vano ensueño de artista aficionado. 


Otros universos crearía el, más bellos, donde el mal no pudiera nacer de entre las piedras al amparo de la humedad y de su fatal distracción de Dios adolescente y novicio en el arte de crear esas vastas ilusiones hechas de tiempo y piedra.


Se que de un momento a otro, los ojos del que todo lo ve volverán a su creación y entonces con una palabra todo se habrá esfumado y yo y esta vejez, que como un inmenso peso me retiene en la cama y me impide caminar por los jardines, recibir el sol en la cara y guiar a mis hermanos, dejaremos de existir y nos disolveremos como una pompa de jabón en el éter sutil de los sueños de los dioses.


Pero aun así los días se suceden con extraña lentitud aquí. Los males nos asolan. Y las bestias dominan la tierra. La habitación es luminosa al mediodía. Es entonces cuando el hermano Juan viene con su guitarra y mientras los pájaros pequeños se deslizan de rama en rama por entre los árboles del jardín el interpreta bellas canciones de tiempos que ya no son. 


Yo también, como los pájaros, salto de hoja en hoja mientras releo algún dialogo de Platón que ya conozco de memoria.Y cuando Sócrates muere entre sus amigos hablando de la inmortalidad del alma, yo siento sus pasos por entre los escalones; su mano lenta y dócil da tres toques leves a la puerta. 


Cuando entra, Juan toca una vez mas la Zarabanda que le enseño hace años. Las cuerdas vibran graves cuando el se sienta en una silla que lo ha estado esperando horas, tan solo para servirle de descanso. 


Es largo el camino. Esta siempre algo agitado cuando llega. Se saca el pañuelo y se seca el sudor de la frente mientras escucha la música en silencio. Cuando la guitarra calla, entonces nosotros, temiendo ese otro silencio que nos espera allende la vida, hablamos al unísono sobre algún terceto de Dante o alguna frase de Aristóteles. 


Es un hombre sin fe. Ya no espera volver a ver esos ojos del Divino posarse sobre nosotros como en el instante de la creación del Cosmos. Ha perdido la esperanza. Y aun así su memoria vuelve a escandir una y otra ves las mismas estrofas de la Divina Comedia o del Paraíso Perdido. 


Cuando nos conocimos éramos muy jóvenes aun. Corríamos entre los montes persiguiendo huidizas musas a las que queríamos fijar en versos endecasílabos, discutiendo acerca de los dioses y la música. Pero luego el tiempo con su constante corrosión separo nuestros caminos.


Yo, entregue mi vida a Dios y acabe en esta cama donde ahora agonizo. Los médicos no lo dicen, pero la mirada de mis hermanos y los susurros de las piedras del convento en torno a mi lo confirman. 


El dolor viene siempre con la noche como un demonio de las sombras a hostigarme. Entonces en el insomnio de la enfermedad y mientras recito largas oraciones sin principio ni fin, en el viejo latín de nuestros ancestros, creo sentir ligeros murmullos saltando entre las ramas de los árboles. 


Los seres que he querido se aparecen entre brumas y me hablan en un idioma desconocido que no acierto a comprender y se desvanecen rápidamente para volver a la noche siguiente con las mismas palabras ininteligibles. 


Algunas veces el hermano Juan viene con paños mojados y me dice que estoy ardiendo en fiebre pero cuando se va, los fantasmas de mi pasado vuelven a darme encriptados mensajes hasta que mis ojos cansados giran hacia el valles de los sueños donde, entre la bruma y la tierra, algunos rostros dislocados ruedan despacio por lomas de piedra y tierra seca, estrellándose contra escorpiones petrificados como estatuas de sal. Solo unos instantes de esta visión me son dados cada noche. 


Cuando el escorpión saliendo de su silencio de piedra abre sus fauces secas los rayos del sol se cuelan por las rendijas de la ventana, recién abierta por el hermano Juan y yo vuelvo al lento agonizar de mi cuerpo cansado.

                                                 
                                               LAS PALABRAS


Tratar de hacer caber la trama del Universo entre los intersticios juguetones de una lengua es un juego curioso de los hombres.


Reducir la complejidad del mundo externo e interno a una colección de frases supuestamente jugosas y secretamente trabajadas por un escribiente escondido tras unos papeles garabateados es probablemente una vana ilusión.


Detrás de la palabra esta el secreto de un acto mágico de unción: la cosa que es opaca y refractaria a nuestra sensibilidad es dominada a través de un Nombre. Dios ocultando su nombre a Moisés en el monte Sinai, para que este hechicero de las palabras no lo sujetara a través de sus encantamientos: “Yo soy el que soy” fue su respuesta a la Pregunta.


Para nuestra economía vital las palabras tienen un enorme valor y marcan nuestra existencia a fuego. Pero en la economía de la Naturaleza las palabras, vagos chillidos o garabatos, carecen de todo valor.Nombramos a la cosas porque así creemos poseerlas y dominarlas dentro de un orden que solo nosotros concebimos. Aun así la cosa diluye siempre sus lazos con la palabra y se escapa de nuestras cadenas velándose a nuestros sentidos hasta desvanecer las certidumbres. Es La Nausea que nos revela la insondable distancia que existe entre las cosas y nosotros.


El abismo entonces es lo que vemos aparecer tras la rasgadura del velo de las palabras. Es la mitología griega la que reconoce como padre de los dioses a Caos y lo define como una abertura infinita, un infinito vació. El infierno es una perpetua perdida afirma Graham Greene en una de sus novelas.


El concepto es el tiempo de la cosa según Hegel. O sea que los hombres engendramos en el seno del Caos primigenio el tiempo a través de las palabras. 


Al pretender dominar las cosas del mundo con la acción posesiva del Nombre damos vida al fantasma de la muerte. Así el Caos se reintroduce en nuestro mundo disfrazado por las palabras: porque al fin y al cabo somos también cosas arrojadas sobre el espacio y reproducimos en el lenguaje lo que vemos realizado en la Naturaleza.


Cosificar al otro es volverlo una propiedad. Un objeto para mi exclusivo goce. Es la dialéctica del Amo y el Esclavo. En el trabajo: el Amo goza no tan solo con la reproducción del dinero a través de la apropiación de las horas del Esclavo sino con su sufrimiento convertido en doradas monedas que el atesora como símbolo del sometimiento. Este último goce es en verdad el motor del progreso material del hombre.


Con las palabras nos ocultamos a nosotros mismos el carácter inaprensible de los objetos deseados y el desgarramiento que implica su búsqueda. Como afirma Lacan: "El sujeto no puede desear sin disolverse el mismo y sin ver como a causa de esto el objeto se le escapa en una serie de desplazamientos infinitos".


Curiosamente esta telaraña del lenguaje nos atrapa, nos domina y también nos esclaviza. Así, cada una de nuestras invenciones de monos fabuladores que somos, termina convirtiéndose en una siniestra pesadilla que alimenta nuestro sufrimiento: creadores de las maquinas terminamos siendo sus sirvientes; creadores de las palabras terminamos atrapados, al mismo tiempo, por la telaraña del tiempo que nos mata gradualmente y por la dominación económica que nos explota incesantemente